DÍA A DÍA CON LA VERDAD UNIVERSAL:
Comentarios exegéticos
sobre El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:
La obra cumbre del pensamiento universal:
25 de julio
12. Si no nos es dado de comprender la
naturaleza íntima de Dios, podemos, nosotros, concebir algunas de sus
perfecciones?
-“Algunas sí. El ser humano las
entrevé con el pensamiento tanto mejor cuanto más se eleva por encima de la
materia”-.
COMENTARIO EXEGÉTICO DE GIUSEPPE ISGRÓ C.
Trascendiendo la conciencia objetiva y
la lógica del razonamiento inductivo y deductivo, así como el propio ego,
interiorizándose, el ser humano puede percibir, en la propia conciencia, por el
lenguaje de los sentimientos, los valores universales que conforman los
atributos divinos, de acuerdo al grado de necesidades que experimenta, y en el
foco de atención en que centra su conciencia perceptiva.
En estado de interiorización, en
meditación, el ser humano puede, intuitivamente, o mediante la inspiración,
percibir los atributos de la
Divinidad y comprenderlos en determinado grado, como una guía
de vida.
El sentimiento de los valores
universales, expresados por el Ser Universal en la conciencia de cada ser, en
los cuatro reinos naturales, es posible percibirlo, aún, en la conciencia
objetiva, en la vida diaria.
En la medida en que se aprende a escuchar el
mensaje que conllevan, centrando la atención en las percepciones intuitivas e
inspirativas, la aptitud perceptiva se va afinando, siendo más nítida su guía y
lúcido el conocimiento que aporta.
Los
valores universales constituyen los atributos de la Divinidad. Desarrollados en
grado infinitos en el Ser Universal, en todas sus vertientes y variantes,
constituyen algunas de sus incontables perfecciones.
Al ir
identificando los valores universales vamos identificando algunas de las
perfecciones de la Divinidad, Esto es factible hacerlo en el propio grado-estación
y valor-estado de conciencia perceptiva en que cada ser se encuentra.
Este
nivel perceptivo de las perfecciones de la Divinidad se irá incrementado en la
medida en que lo haga su nivel perceptivo-evolutivo de conciencia. Es el
trabajo-estudio de cada ser en los cuatro reinos naturales en la eterna
polarización, y en el eterno retorno.
Empero,
el ser –en cada reino natural- posee los mismos atributos de la Divinidad,
idénticos en todos los sentidos. Pero, a cada quien, únicamente le es posible
percibirlos en el propio nivel perceptivo de conciencia, a medida que va
afrontando necesidades o anhelos de realización.
Tanto
los atributos divinos, o valores universales, como el poder creador de la Divinidad, los
poseen todos los seres de los cuatro reinos naturales. Constituyen el eterno
estudio del ser. Mientras más se aprende a percibirlos, -y a recordarlos-, mejor percibirá
que los posee ya. Siendo cada ser una emanación a la conciencia individual de
la Divinidad, sin separarse de sí misma ni dejar de ser ella misma, él conoce
sus propios atributos, pero no los recuerda conscientemente. Por eso decía
Platón que aprender es recordar. Pero,
en la conciencia individualizada, en cada ser de los cuatro reinos naturales, todo
comienza desde un grado cero de percepción.
Pero, ya, el ser "sabe" -intuitivamente, y por inspiración- a partir de ese momento, y el conocimiento inherente irá aflorando, en su conciencia, por el lenguaje de los sentimientos relativos a los valores universales, -o atributos divinos- en la medida en que va afrontando situaciones por resolver. Al afrontar, objetivamente, cada caso, y resolverlo por ensayo y error, o por conciencia perceptiva, va acumulando "experiencias", desarrollando aptitudes de comprensión, de hacer o de dejar de hacer, dándose cuenta de las realidades vinculantes, que le permiten percibir, ipso facto, u oportunamente, lo pertinente cada vez que vuelve a afrontar situaciones similares. Esa experiencia le faculta para hacer frente, gradualmente en un nivel más elevado, las nuevas realidades existenciales.
Pero, ya, el ser "sabe" -intuitivamente, y por inspiración- a partir de ese momento, y el conocimiento inherente irá aflorando, en su conciencia, por el lenguaje de los sentimientos relativos a los valores universales, -o atributos divinos- en la medida en que va afrontando situaciones por resolver. Al afrontar, objetivamente, cada caso, y resolverlo por ensayo y error, o por conciencia perceptiva, va acumulando "experiencias", desarrollando aptitudes de comprensión, de hacer o de dejar de hacer, dándose cuenta de las realidades vinculantes, que le permiten percibir, ipso facto, u oportunamente, lo pertinente cada vez que vuelve a afrontar situaciones similares. Esa experiencia le faculta para hacer frente, gradualmente en un nivel más elevado, las nuevas realidades existenciales.
Constituye su
labor ir descubriendo el potencial infinito de sus atributos divinos y su poder
creador. Mientras lo hace va contribuyendo a la realización de la Gran Obra de
la expansión universal de la Creación. Y percibe, por esa labor, como pago, el
salario cósmico, que no es más que la conciencia perceptiva en un determinado
estado y estación, y el poder creador que le es inherente.
Los
nombres dados a la Divinidad, según la concepción sufí, es otra de las maneras
de percibir algunas de sus perfecciones.
A
través de cada uno de esos nombres se denota, una a una, parte de las infinitas
perfecciones de la Divinidad.
Mientras
más se expanda la conciencia de cada ser en todos los estados-valores, y
estaciones-grados de conciencia, se irán percibiendo las perfecciones de la
Divinidad en ese mismo nivel.
Las
perfecciones de la Divinidad deben ser nuestras propias perfecciones, gradualmente,
en forma consciente.
Poseemos
todas las perfecciones de la Divinidad, en grado potencialmente infinito, por
cuanto hemos emanado a la conciencia individual, a partir de la misma
Divinidad, perfectos.
Pero,
la expresión de la perfección es la virtud que eternamente iremos
desarrollando, en todas sus vertientes y variantes, –estados y estaciones-, en
la realización de la cuota de aporte a la Gran Obra de la Creación de acuerdo
con los planes trazados por el Gran Arquitecto del Universo.
La
conciencia de Dios es la conciencia de cada ser. Con sólo escuchar más íntimamente
la voz de la conciencia, se puede percibir en mayor grado las perfecciones de
la Divinidad.
Esa
voz de la Divinidad es la de los sentimientos de los valores universales, y la
fuerza de empuje o de bloqueo, que la misma Divinidad, como inspiración
manifiesta en la conciencia de cada ser. Su objetivo es el de servirle de guía en el camino del eterno retorno del ser individual al Ser Universal.
Un
gran número de las perfecciones de la Divinidad podrán ser percibidas
contemplando las maravillas de la Creación Universal y observando más
atentamente todas y cada una de las coincidencias que se van expresando en la
vida de cada ser, diariamente.
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