DÍA A DÍA CON LA VERDAD UNIVERSAL:
Comentarios exegéticos
sobre El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:
La obra cumbre del pensamiento universal:
26 de julio
13. Cuando decimos que Dios es eterno,
infinito, inmutable, inmaterial, único, omnipotente, supremamente justo y
bueno, no tenemos, nosotros, la idea exacta de sus atributos?
-“Según vuestro modo de ver, sí,
porque con esta palabra creéis de abarcar todo. Sabed, pero, que existen cosas
superiores a la inteligencia del ser humano más inteligente, para expresar las
cuales, vuestro lenguaje, limitado a las ideas y sensaciones humanas, no posee
vocablos. La razón, en cambio, os dice que Dios debe tener todas las
perfecciones en grado supremo, por
cuanto, si dejase de tener una sola, o si una sola no lo fuese en grado
infinito, Él no sería superior a todo, y por consiguiente no sería Dios. Para
estar por encima de todo, Dios no debe estar sujeto a ningún cambio, y no debe
tener alguna de las imperfecciones que pueden ser concebidas por la mente
humana”-.
Dios es eterno: si Él hubiese tenido
principio, habría salido de la nada, o debería su creación a un ser anterior.
En tal guisa remontamos de grado en grado al infinito, y a la eternidad.
Él es inmutable: si estuviese sujeto a
cambios, las leyes que rigen el universo no tendrían estabilidad.
Él es inmaterial: es decir: su
naturaleza difiere de todo aquello que llamamos materia; diversamente no sería
inmutable, por cuanto estaría sujeto a las transformaciones de la materia.
Él es único: si hubiesen más Dioses,
en el ordenamiento del universo no habría ni unidad de concepto, ni unidad de
potencia.
Él es omnipotente: por cuanto es
único; si no tuviese la suma potencia, habría alguien más poderoso, o por lo
menos de igual poder que Él; por lo cual no habría hecho todas las cosas, y
aquellas que no hubiese hecho Él serían obras de otro Dios.
Él es supremamente justo y bueno: de
hecho, la providencial sabiduría de las leyes divinas se revela, de esta
manera, en las cosas más pequeñas así como en las más grandes, y tal sabiduría
rinde imposible el dudar de su justicia y de su bondad.
COMENTARIO EXEGÉTICO DE GIUSEPPE ISGRÓ
C.
El ser humano sólo puede tener una percepción de los atributos
de la Divinidad de acuerdo con su propio nivel perceptivo, estados y estaciones
–grados- de conciencia.
Sin embargo, esa percepción de los atributos divinos, en este
momento, y en la escala del infinito progreso, oscila entre cero e infinito
grado de conciencia. Por supuesto, en cada mundo, de la inmensa cantidad de los
existentes que se encuentran poblados de humanidades más avanzadas, o menos que
la tierra, se posee una visión relativa, y, ciertamente, en proceso constante
de expansión.
El atributo primordial de la Divinidad es la Conciencia,
asiento de la ley cósmica, eterna e inmutable.
La Divinidad está consciente de sí misma y de todo lo
existente en el Universo, ya que ella se encuentra en cada Espíritu de los
cuatro reinos naturales. La conciencia de cada ser es una réplica exacta de la
que posee la Divinidad. Es más, en cada ser su conciencia es "la misma"
que posee la Divinidad. Siendo el Espíritu de cada ser una emanación de la
Divinidad a la conciencia individual, sin dejar de ser la Divinidad y sin
separarse de ella, es la clave para entender su grado de conciencia de lo que
ocurre en todo el universo. La Divinidad es la conciencia universal por
excelencia, en grado infinito, en todas las vertientes y variantes. La de cada
ser, en los cuatro reinos naturales, es potencialmente infinita, pero que
eternamente debe desarrollar.
Estando la ley cósmica sustentada por la totalidad de los
valores universales, éstos constituyen los atributos de la Divinidad, o los
sentidos cósmicos.
En la Divinidad los atributos se encuentran desarrollados en
grado infinito, en todas sus vertientes y variantes.
En el ser humano, siendo los atributos divinos los mismos que
los de la Divinidad, empero, los tiene desarrollados en determinado grado. Ese
será siempre el nivel perceptivo de los atributos de la Divinidad.
En la medida en que el ser humano desarrolle en mayor grado sus
propios atributos divinos, y se conozca más a sí mismo, en idéntico nivel o
estado de conciencia percibirá, y comprenderá tanto los atributos divinos,
-valores universales-, como a la Divinidad.
Quilón, el Lacedemonio, -uno de los siete sabios griegos-,
inscribió en el portal del templo de Apolo, en Delfos de la antigua Grecia:
-"Hombre, conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es
conocer a Dios sino conocerse a sí mismo".
Esa es la razón por la que tantos pensadores han sustentado la
misma idea; -"Hombre, conócete a ti mismo y conocerás a Dios".
Evidentemente, la Divinidad posee una voluntad desarrollada en
grado infinito, asiento del poder creador universal.
Siendo la Divinidad causa suprema de todo lo existente, todo
lo que existe forma parte de ella misma. La Divinidad, por ende, se encuentra
en todas partes. Tiene, simultáneamente, conciencia de todo lo que ocurre en
cualquier lugar del infinito universo. Es omnisciente.
Es fuente de toda vida, por su emanación a la conciencia
individual, en cada ser.
Es fuente de la energía universal que mantiene en eterno
movimiento todo el universo.
Es, como Conciencia Suprema, la "Guardiana cósmica"
por excelencia. Vigila permanentemente la realización de la gran obra y
"paga" el salario cósmico. Guía, por la inspiración de los
sentimientos análogos a los valores universales dentro de la conciencia, e
ilumina, asiste y protege a cada ser.
La Divinidad es voluntad, o anhelo de ser; cada ser en los
cuatro reinos naturales es una expresión esa voluntad y anhelos divinos.
Tema en desarrollo.
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