14 de diciembre
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, DÍA
A DÍA
Allan Kardec
La obra cumbre del pensamiento
universal
155. Cómo ocurre la separación del
Espíritu del cuerpo?
-“Rotos los ligámenes, que le retenían,
el Espíritu se separa del cuerpo”-.
La separación se produce
instantáneamente sin preparación? Existe un límite claramente fijado entre la
vida y la ausencia de ella?
-“No: el Espíritu se desvincula gradualmente,
y no escapa como un pájaro cautivo restituido inesperadamente a la libertad. La
vida va confundiéndose con la ausencia de ella, por cuanto el Espíritu se
libera poco a poco de los lazos, que se
desatan, sí, pero no se rompen”-.
Mientras dura la vida, el Espíritu se encuentra ligado
al cuerpo mediante su envoltura semi-material, periespíritu –o alma-; la
desencarnación conlleva la destrucción o transformación del cuerpo y no del
periespíritu, que se separa cuando en aquel cesa la vida orgánica. La
observación enseña, que en el instante de la desencarnación la separación del
periespíritu no se efectúa de una sola vez, sino gradualmente y con mayor o
menor lentitud según las personas; en algunos es muy rápido, y a un día próximo
a la desencarnación se encuentra también el de la liberación; en otros, y
especialmente en aquellos cuya vida fue toda materia y sentidos, es mucho más
lento, pudiendo durar días, semanas, y también meses, la cual cosa no implica,
en el cuerpo, la mínima vitalidad, ni la posibilidad de un regreso a la vida,
sino una simple afinidad entre el cuerpo y el Espíritu, afinidad siempre en
razón de la preponderancia que, durante la vida, el Espíritu ha concedido a la
materia. Está claro y es lógico que, cuanto más el Espíritu se identificó con
la materia, tanto más rehúse a separarse; mientras la actividad intelectual y
moral y la elevación de los pensamientos hacen sí que el desprendimiento se
inicie mientras el cuerpo se encuentre, todavía, en vida, por lo que, ocurrida
la desencarnación, aquel se cumple casi instantáneamente.
Esto es el resultado de los estudios de gran número de
personas observadas en el instante del traspaso. Estas observaciones prueban,
por otra parte, que la afinidad persistente en algunos, todavía perdurable
entre el Espíritu y el cuerpo extinto es penosísima, por cuanto aquel puede
probar el horror de la descomposición de éste. Un tal caso, empero, constituye
una excepción, y es particular a ciertos géneros de vida y a algunas variantes de
desencarnaciones; se tenía, por ejemplo, en algún tipo de desencarnación
auto-provocada.
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