23 de octubre
Comentarios exegéticos
sobre El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:
La obra cumbre del pensamiento universal:
102.
CLASE DÉCIMA: Espíritus impuros. Los Espíritus impuros están inclinados al mal,
haciendo de ello el objeto de sus ocupaciones. Dan pérfidos consejos, esparcen
la discordia y la desconfianza, y se ponen cualquier mascara para engañar
mejor. Se atacan a los caracteres débiles y tales de ceder a sus sugestiones,
con el fin de perderlos, contentos, si pueden, al menos, retardarle el
progreso, haciéndole sucumbir en las pruebas a las cuales deber someterse.
En las
manifestaciones se reconocen por el lenguaje: la trivialidad y lo rudimentario
de las expresiones, en los Espíritus como en los seres humanos, son siempre
indicio de inferioridad moral, si no intelectual. Sus comunicaciones permiten
conocer la bajeza de las tendencias, y, si, también, desean inducir en error
afectando maneras sabias, no rigen, a la larga, sin dejar caer la mascara y
mostrarse cual son en realidad.
Algunos
pueblos han hecho de ellos divinidades maléficas; otros los llaman con nombres
de demonios, genios perversos, Espíritus del mal.
Durante su
encarnación, ellos están dedicados a todos los vicios que suelen generar las
pasiones viles y depravadas, como la sensualidad, la crueldad, el astucia, la
hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de
hacerlo, las más de las veces sin motivo, y, porque odian el bien, eligen casi
siempre sus victimas entre las personas honestas. Son verdaderos flagelos de la
humanidad, a cualquier grado social al cual pertenezcan, y la vestidura de la
civilización no le salva del oprobio y de la ignominia.
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