21 de octubre
Comentarios exegéticos
sobre El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:
La obra cumbre del pensamiento universal:
ESCALA
ESPIRITA
100.
OBSERVACIONES PRELIMINARES: La
clasificación de los Espíritus está fundada sobre el grado de su progreso,
sobre los privilegios que han adquirido, y sobre las imperfecciones, de las
cuales deben, todavía, liberarse. Esa, por otra parte, no es absoluta: cada
categoría presenta, sí, un carácter decisivo en el conjunto, empero, de un
grado a otro el tránsito es insensible, y en sus límites la gradación
desaparece como en los reinos de la naturaleza, al igual que en los colores del
arco iris, o bien, si se quiere, como en los diferentes períodos de la vida del
ser humano. Se puede, por lo cual, formar un mayor o menor número de clases,
según el modo en que se considera la cuestión. Ocurre en esto como en todos los
sistemas de clasificaciones científicas, que pueden estar más o menos
completos, más o menos racionales, más o menos cómodas para el intelecto; pero,
sean como fueren, no cambian para nada el fondo de la ciencia. Por lo cual, los
Espíritus, interrogados sobre el argumento, han podido disentir sin error en el
número de las categorías. Otros han querido hacerse un arma de estas
pretendidas discrepancia, sin reflexionar que ellos non dan ninguna importancia
a nada de lo que sea convencional; por cuanto, para ellos el pensamiento es
todo, dejando para nosotros la forma, la elección de los términos, las
clasificaciones, en una palabra, los sistemas.
Se atienda,
por otra parte, a recordar, siempre, que, entre los Espíritus, como entre los
seres humanos, los hay en elevado número ignorantes, por cuanto los hechos
demuestran que nada es más falso que el creer que todos los Espíritus, por ser
tales, deben saberlo todo. Cada clasificación requiere método, análisis y
perfecto conocimiento de cada cosa. Ahora bien, en la dimensión espiritual,
aquellos que tienen conocimientos limitados, son, al igual que en la física,
los ignorantes, inhábiles para realizar una interrelación, establecer un
sistema: no conociendo ellos clasificaciones, o comprendiéndolas solo
imperfectamente, reputan de primer orden a todos los Espíritus superiores a
ellos, sin poder evaluar las gradaciones de sapiencia, de energía y de
moralidad que le distinguen, como entre nosotros los salvajes se diferencian de
los seres civilizados. Empero, también, aquellos mismos que son capaces pueden
variar en los particulares según su percepción, por cuanto se trata de una
división, que nos es absoluta. Linneo, Jussien y Tournefort, han desarrollado,
cada uno, su propio método, y la botánica no ha cambiado por esto, por cuanto
no inventaron ni las plantas ni sus caracteres, en cambio, observaron sus
afinidades, y, en razón de éstas formaron los grupos o las clases. De la misma
manera hemos hecho nosotros: no hemos inventado ni los Espíritus, ni sus
cualidades; pero, los hemos observado y juzgado por sus palabras y actos, y
después clasificados por su afinidad, según los datos que ellos mismos han
proporcionado.
Los Espíritus
admiten, generalmente, tres categorías principales o grandes divisiones. En la
última, es decir, en el último peldaño de la escala, se encuentran los
Espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el
espíritu y la propensión al mal.
Aquellos de l segunda, Espíritus buenos, tienen por carácter el
predominio del espíritu sobre la materia y el deseo del bien. La primera, en
fin, comprende los Espíritus puros, que han alcanzado el sumo grado de
perfección.
Esta división
nos parece perfectamente racional y con caracteres bien delineados por un
suficiente número de subdivisiones, y la hemos hecho con la ayuda de los
Espíritus mismos, cuyas benévolas instrucciones jamás nos han faltado.
Con este
cuadro será fácil determinar el orden y el grado de superioridad o de
inferioridad de los Espíritus, con los cuales comunicarse, y en consecuencia,
el grado de confianza y estima, que merecen. Es ésta, en cierto modo, la llave
de la ciencia espirita, por cuanto no sabrá jamás rendirse cuenta de las
anomalías, que presentan las comunicaciones con los Espíritus, quien no aprende
a conocer las disparidades intelectuales y morales. Es útil, por otra parte,
advertir, que no siempre los Espíritus pertenecen a la tal o cual otra clase,
por cuanto su progreso va cumpliéndose grado a grado, y con frecuencia más en
un sentido que en otro. Ellos, por lo tanto, pueden reunir en sí los caracteres
de más categorías, lo cual se puede, fácilmente, reconocer por su lenguaje y
por sus actos.
Ellos tienen
la intuición de Dios, pero no lo comprenden.
No son todos
esencialmente malos: en algunos existe más ligereza, incongruencia y malicia que verdadera maldad. Los unos no
hacen ni bien ni mal, empero, ya con solo no practicar el bien demuestran la
propia bajeza; los otros, en cambio, *disfrutan del mal, y gozan, cuando
encuentran el modo de hacerlo.
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