domingo, 8 de diciembre de 2013

113. Clase primera y única



03 de noviembre

Comentarios exegéticos
sobre El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:

La obra cumbre del pensamiento universal:


113.   Clase primera y única. Los Espíritus de esta clase han recorrido todos los grados de la escala espirita, y depuesto cada impureza de la materia. Por cuanto han alcanzado el vértice de la perfección, de la cual pueden ser capaces los seres humanos, no deben experimentar más prueban ni expiaciones. No estando más sujetos a la reencarnación en cuerpos caducos, viven la vida eterna en el seno de Dios. Disfrutan de una felicidad inalterable, por cuanto no están sometidos más ni a las necesidades, ni a las vicisitudes de la vida material; pero, esta felicidad no consiste en un ocio monótono desenvolviéndose en perpetua contemplación. Son los mensajeros y ministros de Dios, de quien ejecutan las órdenes para el mantenimiento de la armonía universal. Comandan a todos los demás Espíritus, les ayudan a perfeccionarse y les asignan sus tareas. Asistir a los seres humanos en sus afanes, estimularles a actuar bien y a expiar las culpas que les mantienen alejados de la suprema felicidad, es para ellos la más dulce de las ocupaciones. Algunas veces se le denomina con nombres de ángeles, arcángeles o serafines. 

Los seres humanos pueden ponerse en comunicación con ellos; empero, ciertamente, se equivocaría quien pretendiese de tenerlos constantemente a su disposición.

COMENTARIO EXEGÉTICO DE GIUSEPPE ISGRÓ C.

Cuando se menciona que habiendo alcanzado un determinado grado de progreso, los Espíritus no precisan pasar más por pruebas ni expiaciones, y que vivirán, en eterno, en el seno de Dios, hay que entender que, habiendo alcanzado el grado de Maestros de la Creación, a partir entonces van a fungir de auténticos creadores en el desarrollo de nuevos mundos, con libertad de creación, aunque siguiendo los planes trazados por el Creador Universal.
Es igual que la persona que se gradúa en la universidad y que ha realizado los cursos de especializaciones y doctorado inherentes, que le facultan a crear con cierto grado de independencia bajo la égida de su visión cósmica.
Sin dejar de ser un aprendiz eterno, el Espíritu pasa de la fase de estudiante a la de maestro y creador independiente, dirigiendo determinada parte de la gran obra.
Pero, ya, se encuentra emancipado de esa fase evolutiva, en la cual se encontraba depurando su ser de las impurezas que le inhibían percibir la luz con plenitud y asumir la realización de una obra desde su diseño hasta su ejecución final, y así ad infinitum. Antes era un ejecutante, solamente; ahora: diseña, dirige y ejecuta, simultáneamente, y, algunas, veces, en diversos mundos, paralelamente, en forma escalonada y continúa. 



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