10 de
septiembre
Comentarios exegéticos
sobre El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:
La obra cumbre del pensamiento universal:
CONSIDERACIONES
Y CONCORDANCIAS BÍBLICAS EN TORNO A LA CREACIÓN
59.
Los pueblos se han formado ideas
contradictorias en torno a la creación, según el grado de su instrucción. La
razón, con la ayuda de la ciencia, ha reconocido la inverosimilitud de muchas
teorías. La que han dado los Espíritus confirma la opinión por largo tiempo
aceptada por los seres más ilustrados.
La objeción,
que puede hacerse a esta teoría, es que contradice el texto de los libros sagrados; empero, un ponderado
examen demuestra como esta contradicción sea más aparente que real, resultando
de la interpretación literal de frases que tienen a lo sumo un significado
alegórico.
La cuestión
sobre el origen de la humanidad, que, según la Biblia , se hace resalir a
Adán, como a una única fuente, no es la sola entre las creencias
religiosas, a la cual la ciencia nos ha obligado a renunciar. También el
movimiento de la tierra pareció en otros tiempos tan contrario al texto
bíblico, siendo objeto de grandes persecuciones los doctos que lo afirmaban. Empero,
la verdad termina, siempre, por triunfar; la tierra gira a despecho de las
excomuniones, y hoy nadie podría poner en duda este movimiento, sin ofender la
razón.
Se afirma,
también, en la Biblia ,
que el mundo fue creado en seis días, y se establece la época alrededor de
4.000 años antes de nuestra era. Anteriormente, la tierra no existía: el texto
afirma claramente que ella fue creada de la nada; empero, la ciencia positiva,
la ciencia de las inexorables deducciones, ha probado lo contrario. La
formación del planeta tierra está escrita con caracteres imborrables en el
mundo fósil, y está probado que los seis días de la Creación son otros tantos
períodos, cada uno de los cuales con la duración de centenares de miles de
años. Y esto no es ya un sistema, una
doctrina, una opinión aislada; sino un hecho innegable como aquel del
movimiento de la tierra, que la teología no puede dejar de admitir. Estos
ejemplos son suficientes para demostrar
en cuantos errores es fácil caer cuando se toman a la letra las
expresiones de un lenguaje con frecuencia figurado. Es preciso, quizá, deducir
que la Biblia
enseña lo falso? No; más bien las personas se han engañado al interpretarla.
La ciencia,
escudriñando en las vísceras de la tierra, ha reconocido el orden en el cual
los variados seres vivientes han aparecido sobre su superficie, y este orden
concuerda con el indicado en la
Génesis , con la sola diferencia de que la obra, en vez de
haber salido milagrosamente de las manos de Dios en pocas horas, se cumplió,
siempre por efecto de su voluntad, pero según la ley de las fuerzas de la
naturaleza, en muchos millones de años. Sería por esto, Dios, menos grande y
poderoso? Su obra es menos sublime, por cuanto no tiene el mérito de la
instantaneidad? No ciertamente: tendría de la Divinidad una idea muy
mezquina quien no reconociese la omnipotencia de Dios en sus leyes eternas que
Él ha establecido para gobernar los mundos. La ciencia, lejos de empequeñecer
la obra de Dios, nos la muestra debajo de un aspecto más grandioso y más conforme a nuestras nociones de su
potencia y de su majestad, por cuanto esta obra se ha cumplido sin derogar las
leyes de la naturaleza.
La ciencia, de
acuerdo con esto con Moisés, reconoce el ser humano como el último en ser
creado en la escala de los seres vivientes: empero Moisés pone el diluvio en el
año del mundo 1654, mientras la geología nos enseña que el gran cataclismo fue
anterior a la aparición del hombre, por cuanto, hasta hoy, no se ha podido
descubrir, en los estratos primitivos, algún vestigio de la presencia ni de él,
ni de animales de su misma categoría del lado físico. Esto, empero, no prueba
la imposibilidad de la cosa, en cambio varios descubrimientos lo han puesto ya
en duda. Es posible, que de un momento a otro se obtenga la certeza material de
esta anterioridad de la raza humana y entonces se deberá reconocer, que también
sobre esto, como sobre otros puntos, el texto bíblico es figurado. El meollo de
la cuestión está en saber si el cataclismo geológico es el mismo del de Noé.
Ahora, la duración necesaria a la formación de los estratos fósiles no permite
confundirlos, y, encontrar que si hubiese restos de la existencia del hombre
antes de la gran catástrofe, quedará demostrado, o que Adán no fue el primer
hombre, o que la creación de él se pierde en la noche de los tiempos. En contra
de la evidencia no valen razonamientos, y será necesario aceptar este hecho, al
igual que el movimiento de la tierra y los seis períodos de la Creación.
La existencia
del hombre antes del diluvio geológico es cosa todavía hipotética; empero
hipótesis no es cuanto sigue: Admitiendo que el hombre haya aparecido por
primera vez sobre la tierra 4000 años antes de nuestra era, si 1654 años
después, toda la raza humana ha sido destruida, excepto una sola familia,
resulta que el doblamiento de la tierra no data sino de Noé, vale decir desde
hace 2.346 antes de nuestra era. Empero, cuando los hebreos emigraron a Egipto
en el siglo XVIII -antes de nuestra era-, encontraron este pueblo muy poblado,
y ya antes de su civilización. La historia, por otra parte, demuestra que en
aquella época las India y otros países eran igualmente florecientes, al
silencio de la cronología de algunos pueblos que remontan a épocas de mucho más
remotas. Sería, por lo tanto, necesario que del siglo XXIV al XVII, es decir, en el espacio de
6.000 años, no solamente la posteridad de un solo hombre hubiese poblado las
inmensas regiones entonces conocidas, aún admitiendo que las otras no hubiesen
existido, sino que en el breve intervalo de tiempo, la humanidad se hubiese
elevado de la ignorancia absoluta del estado primitivo al más elevado grado del
desarrollo intelectual, lo cual es contrario a todas las leyes de la
antropología.
Si se agrega
que, a confirmar esta opinión concurre válidamente la diversidad de los grupos
étnicos. El clima y las costumbres producen, ciertamente, modificaciones en el
carácter físico; pero sabemos hasta donde puede alcanzar la fuerza de estas
causas, y el examen fisiológico prueba
que en algunos grupos étnicos existen diferencias constitucionales mucho
más profundas de las que puede producir el clima. El cruce de los grupos
étnicos produce los tipos intermedios, y
tiende a cancelar, más que resaltar, los caracteres extremos: crea solamente
algunas variedades. Empero, en cada caso, por cuanto fuese posible el cruce de
los grupos étnicos, era necesario que existiesen grupos étnicos diferentes, y,
-cómo explicar la existencia, si se le da un origen común, especialmente poco
antiguo? Cómo admitir que en un dado número de cientos de años algunos
descendientes de Noé se hayan transformado al punto de producir, por ejemplo,
la raza etiópica? Una tal transformación es tanto inadmisible cuanto la
hipótesis de un origen común entre un lobo y un cordero, entre el elefante y la
pulga, entre el pájaro y el pez. Es preciso decirlo: nada puede prevalecer en
contra de la evidencia de los hechos. Todo, en cambio, se explica, admitiendo
la existencia del hombre antes de la época que comúnmente se le asigna,
reconociendo la diversidad de los orígenes; aceptando a Adán, que habría
existido hace 6.000 años, cual poblador de una región todavía deshabitada;
viendo el diluvio de Noé como una catástrofe parcial confundida con el
cataclismo geológico; teniendo en cuenta, en fin, la forma alegórica propia del
estilo oriental, y que se encuentra en los libros sagrados de todos los
pueblos. Está claro, por lo tanto, que es poco prudente el juzgar con ligereza,
y así señalar como falsas algunas doctrinas, las cuales, como tantas otras,
pueden dar, antes o después, un desmentido solemne a quienes las combaten. Las
ideas espirituales, antes que perder, conquistan fuerzas y grandeza caminando
paralelamente con la ciencia. Es éste el único medio para no mostrar al
escepticismo el lado vulnerable.
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