30 de diciembre
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, DÍA A DÍA
Uno de los mejores libros
de todos los tiempos!!!
Autor: Allan Kardec
JUSTICIA DE LA
REENCARNACIÓN
171.
Sobre qué se apoya el principio de la
reencarnación?
-“Sobre la
justicia de Dios y sobre la revelación, por cuanto nosotros os lo repetimos
continuamente: Un buen padre deja siempre abierta, a sus hijos, la posibilidad
al arrepentimiento. No os dice, quizá, la razón, que sería injusto privar para
siempre de la eterna felicidad a todos quienes no tuvieron la posibilidad de
mejorarse? Acaso no son hijos de Dios todos los seres? Sólo entre los egoístas
reina la iniquidad, los odios implacables y las penas sin remisión”-.
Todos los Espíritus tienden a la perfección, y Dios le tiende a
ellos el medio con las pruebas de la vida corpórea; pero, su justicia quiere
que ellos puedan cumplir, en nuevas existencias, todo lo que no pudieron hacer
o terminar en una primera prueba.
No sería ni según justicia, ni según la bondad de Dios el condenar
en eterno a quienes han podido encontrar obstáculos al propio mejoramiento, en
contra de su voluntad, y por causa del ambiente mismo, en el cual se encuentran
ubicados. Si la suerte del ser humano fuese irrevocablemente establecida
después de la desencarnación, Dios no habría pesado las acciones de todos los
seres en la misma balanza, y no les habría tratado con imparcialidad.
La doctrina de la reencarnación, es decir, aquella que consiste en
el admitir para el ser humano más existencias sucesivas, es la única que
responde a nuestro concepto de la justicia de Dios en relación a los seres
humanos de condiciones morales inferiores; la única que pueda explicarnos el
porvenir, y afirmar nuestras esperanzas, por cuanto nos ofrece el medio de
expiar nuestros errores con nuevas pruebas. La razón nos lo demuestra y los
Espíritus nos lo enseñan.
El ser humano que tiene la conciencia de su inferioridad, deriva
de la doctrina de la reencarnación los más consoladores presagios. Si cree en
la justicia de Dios, no puede esperar de devenir de repente y por la eternidad
igual a quienes han actuado mejor que él; empero, el pensamiento de que esta
inferioridad no le privará siempre del disfrute supremo y que podrá conquistarlo
mediante nuevos esfuerzos, le sostiene en las pruebas y reanima su coraje.
Quién es aquel que, al término de su peregrinaje terreno, no se lamenta de
haber adquirido muy tarde una experiencia, de la cual no puede extraer
provecho? Ahora bien, esta tardía experiencia no está perdida, por cuanto se
aprovechará de ella en una nueva existencia.
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